Título Original: The FountainHead.
País y año: EEUU, 1949.
Director: King Vidor.
Reparto: Gary Cooper, Patricia Neal, Raymond Massey, Kent Smith, Robert Douglas, Henry Dull.
Guión: Ayn Rand (Novela: Ayn Rand).
Fotografía: Robert Burks (B&W).
Música: Max Steiner.
Ayn Rand, autora del guión de esta película (y de la novela que dio origen a ambos), está considerada como una de las referencias del pensamiento liberal del siglo XX. Rusa de San Petersburgo, Alissa Zinovievna Rosenbaum (1905-1982) nació en una familia judía no practicante. La revolución bolchevique arruinó al padre, farmacéutico, y Alissa conoció personalmente los efectos prácticos del comunismo: miseria, caos callejero, policía secreta, sustitución de la intimidad por la intimidación, purgas, redadas, deportaciones, ejecuciones y suicidios. En el invierno de 1926 llegó a Chicago, y posteriormente se trasladó a Hollywood. En 1932 consigue vender su primer guión cinematográfico. Muchos de sus críticos comparten la opinión que tenía una manera “soviética” de entender la literatura, narraciones que persiguen una finalidad didáctica y superhéroes doctrinarios. El manantial es probablemente su obra cumbre.
Apasionada por la arquitectura y muy influida por el arquitecto Frank Lord Wright, en el que se inspiró para el diseño de los edificios de “El manantial”, no es de extrañar que ambos coexistieran en un tiempo y un lugar: Chicago, capital de la arquitectura moderna. La tragedia del incendio en 1971 fue una magnífica oportunidad para la realización de una planificación urbana singular, la utilización de nuevas técnicas arquitectónicas con nuevos materiales de construcción y la creación de nuevos rascacielos, parangón de una nueva corriente arquitectónica: la escuela de Chicago.
La película es fiel a la técnica, y al “inevitable toque machista” de la época, plasmado en las escenas de la cantera, y la posterior bofetada que recibe el inconmensurable Grant. No es que sea comparable con una bofetada como la que recibieron en su momento Gilda (Rita Hayword), o Scarlet o’Hara (Vivian Leight), pero sí queda enmarcada en una época en el que el sexismo en el cine estaba extremadamente patente.
Volviendo al guión, no deja de ser cierto que se trata de un manifiesto político, envuelto en una historia entremezclada de pasión, lucha de poderes y defensa al límite de los ideales. Cabe recordar, que Rand, está considerada como una de las referencias del pensamiento liberal del siglo XX, y es todavía fuente de inspiración de personajes que poseen gran influencia en la economía mundial (Greenspang). La película gira en torno al devenir de un arquitecto, pero estereotipa los personajes, clasificándoles según la coherencia que mantengan con sus ideas.
La integridad viene encarnada de la mano de Howard Roark (Gary Cooper), quien lucha por llevar a cabo sus ideales aunque ello le suponga enfrentarse con toda una sociedad que no comulga con su modo de pensar. No importa si el sacrificio viene de la mano del dinero (primera tentación en la oferta de la revisión neoclásica del primer encargo), de una mujer, Dominique Francón (Patricia Neal), de la que se enamora y a la que en dos ocasiones abandona por perseguir sus ideales, o de su despreciado compañero también arquitecto Kent Smith (Peter Keating), cuando le ofrece doscientos dólares a cambio de reconocer el triunfo de la mediocridad. Rand le ofrece eso sí, a Roark un bello final, alejado las penurias de otros genios en vida, y cuya obra y relevancia fue reconocida tras su muerte (Wolfang Amadeus Mozart en la música, Miguel de Cervantes en la literatura o Juan Gregorio Mendel en el campo científico).
Un segundo escalón, el del poder, lo representa Gail Wyland (Raymon Massey) y representa a hombres que, siendo fieles a sus ideales, acaban por sucumbir a las presiones. En un momento dado, cuando son conscientes de su error, no les queda más que una salida digna. Este personaje tiene reminiscencias a Charles Foster Kane (y su fuente de inspiración William Randolph Hearst), un periodista empresario de la época ampliamente conocido por usar los medios como auténticos instrumentos políticos. Es el precursor de la llamada “prensa amarilla” y promotor de la manipulación mediática dirigida a sus fines comerciales.
En el tercer escalón están los parásitos que solo viven de las ideas de los demás. Son los que representan el triunfo de lo gris, y los que están sometidos a la dictadura de las masas. Son los que se dedican a la copia y al saqueo y a los que Rand condena al obscurantismo. Por si el espectador no “hubiera captado el mensaje”, la cámara entrecruza planos en el diálogo final, recalcando la diferencia entre el genio y el mediocre, el dueño de sí mismo y el sometido, el triunfador y el fracasado.
En el cuarto escalón se encuentran las masas, aquellas a las que los ideólogos dirigen. Las representan aquellos que desean ser influenciados por otros, los carentes de opinión. Ellsworth Monkton Toohey (Kent Smith), antítesis de Roark es el manipulador que las agita. Suyas son las decadentes ideas del socialismo y del comunismo y su proposición de destruir la excelencia y la creatividad mediante la utilización del periodismo como método agitador.
En la película se evidencia la importancia que han tenido los Mecenas para el arte (término procedente de la familia Medici de Florencia, que con su dinero de banqueros iniciaron e impulsaron el renacimiento italiano). Esta figura, viene encarnada en la película por el primer encargo que recibe Roark, el Edificio Enright, que se etiqueta de “edificio para privilegiados”, y es este mismo mecenas el que cierra la película con la recompra del último proyecto. No se si como purga de su afán elitista o como ánimo de llegar a todos los escalones de la sociedad, este último proyecto es una macro construcción de viviendas de protección oficial, demostrando así que la arquitectura sostenible, innovadora y económica es un mito posible.
Cabe recordar que los arquitectos de principios del siglo XX estaban preocupados no sólo por las viviendas de clase alta sino también por las viviendas sociales -podemos recordar las «siedlungen» alemanas. Conceptos como la prefabricación, la ausencia de ornamentos, la estandarización de elementos tanto estructurales como de mobiliario se aplicaron en el programa de viviendas sociales mejor que en edificios singulares. Condición que además viene motivada por la falta de viviendas después de las grandes guerras.
He de reconocer que existe cierto halo de propaganda estilo Leni Rieffenstahl en “El triunfo de la voluntad”, aunque en mi opinión, la soberbia de Roark que transmite al espectador no es sino un reflejo de su tozudez, ya que siempre demuestra un respeto exquisito sobre el trabajo de sus colegas. Any aboga en el alegato final de Roark, por la maximización de los derechos del individuo desde un análisis liberal individualista y por el establecimiento de un estado mínimo (miniarquista), que preserve todos los derechos individuales intactos. Es el ego del hombre “el manantial” del progreso humano, y de ahí el título de la película.
Probablemente si tuviera que elegir el momento que más me impactó, no elegiría el abandono de la la arquitectura para ser un obrero, ni su alegato final cargado de ciertos tintes de “buenismo”, sino el momento en que, iniciada su carrera hasta la cumbre, y tras la realización del “Edificio Enright”, decide aceptar el proyecto de una estación de servicio. Las personas a las que nos apasiona nuestra profesión, ya se la medicina, el comercio, la arquitectura o el arte, solemos imaginarnos en nuestros inicios trabajando en grandes edificios, grandes hospitales, grandes superficies o exponiendo en importantes galerías, y a en ocasiones puede que lleguemos a sacrificar nuestros propios ideales por pertenecer a un determinado colectivo, o para poder trabajar en un determinado lugar. Roark sin embargo, escapa a ese sueño ególatra y acepta el reto. “Se puede hace muy buena arquitectura en el diseño de una gasolinera”, al igual que se pueden hacer muy buenos cuadros que jamás se expondrán en la Tate. No es necesario trabajar en un hospital puntero para hacer una buena medicina.
Título original: Citizen Kane.
Director: Orson Welles.
País y año: EEUU, I.
Intérpretes: Orson Welles, Joseph Cotten, Everett Sloane,George Coulouris, Dorothy Comingore, Ray Collins.
Guión: Orson Welles Fotografía: Gregg Toland.
Música: Bernard Herrmann.
Título original: Las invasiones bárbaras.
Director: Nunnally Johnson.
País y año: EEUU, 1957.
Intérpretes: Joanne Woodward, David Wayne, Lee J. Cobb, Edwin Jerome, Alena Murray, Nancy Kulp, Douglas Spencer, Douglas Spencer.
Guión: Nunnally Johnson (Libro: Corbett Thigpen & Hervey M. Cleckley).
Fotografía: Stanley Cortez (B&W).
Música: Robert Emmett Dolan.